No quiero caer en los extremos de pensar en un hombre cursi y sentimental que no pueda darme mucho más que eso. Y tampoco quiero terminar con alguien que lo único que le importa en la vida es saber meter y sacar el instrumento procreante que la vida le dio.

Tampoco espero estar con una persona como tú. Con alguien que no sabe lo que puede dar a otra persona, con alguien que ni siquiera comprende el significado de comprometerse, de estar, de amar, ¿qué carajo importaría estar con alguien que no comparte nada contigo?

Con estar tan sólo a veces, con tu ir y venir con amantes, siempre justificando tus inestables momentos de no comunicarte conmigo, de tus cambios bruscos de humor, tu insensible toqueteo en la habitación, de preocuparte sólo por tu propio bienestar, de olvidarte de mí a menos que necesitaras algo más.

Estaba muy enamorada de ti, mucho más de lo que debía. Quizás por eso permití tantas y tantas cosas. Al principio creí que te enamorarías y que entonces todo cambiaría entre nosotros, que te darías cuenta que realmente eras capaz de amarme. Pero jamás pasó y nunca pasará.

¿Para qué quieres a una persona así en tu vida? Por eso he decido que es momento de saber qué es lo que no quiero para mí. Y después de toparme contigo en esta vida, aprendí que…

No quiero a alguien que se desviva por mí pero sí que aprenda a compartirse conmigo. Que pueda mirarme a los ojos y hablarme sinceramente, que no se guarde lo que piensa por más difícil que sea. Quiero a alguien que se arriesgue a entregarse sin miedos ni reservas, que en la cama pueda complacerse sin olvidarse de mi propia satisfacción. Quiero una pareja de verdad, con sus debidas libertades y compromisos, con quien pueda decir que en verdad me ama y con quien pueda ser yo misma, sin miedos, sin prejuicios, dispuesta a sentirme viva y llena de mágicos momentos.
Por eso, gracias a ti hoy sé cómo es el hombre que quiero para mí y ese definitivamente no puedes ser tú.
